DILEMAS ÉTICOS DE LAS EMPRESAS ACTUALES
En tiempos de paz se habla poco de la paz. En años de abundancia apenas se mencionan las
necesidades primarias de alimento y calor. Y, en sentido contrario, durante las épocas de
inseguridad nos preocupamos continuamente del orden público. El énfasis que ponemos
actualmente en los valores quizá tenga su origen en un generalizado deterioro del ámbito
moral. Cuando nos falta una cosa es justamente cuando la echamos de menos. Y tal vez es
esto lo que nos está ocurriendo con la ética. Hasta hace bien poco, hablábamos de que
alguien cumplía o no cumplía con sus compromisos comerciales; de que era una persona
decente y buen pagador o, por el contrario, que no era totalmente de fiar. Hoy, en cambio,
andamos inquietos de cómo asegurar que las personas que integran las empresas se
atengan a códigos de conducta en los que se especifiquen claramente los valores que se han
de respetar y las malas prácticas que deben evitarse, mientras que tendemos a considerar
al cliente como una fuente de riesgos y al competidor como un enemigo.
el famoso lema "Cien años de honradez" habría que añadirle la coletilla "y ni un día más".
Pero, en las idas y vueltas de la historia humana, resulta que lo malo nos acaba
conduciendo a lo bueno, precisamente por esa ley platónica de la mutua atracción de los
contrarios. Si nos damos cuenta de que la actual situación moral hace necesario el recurso
urgente a la ética, tal conciencia nos conduce precisamente a tomarnos en serio el estudio y
la práctica del comportamiento recto. Recordemos a Hölderlin: "donde está el peligro, allí se
encuentra también la salvación".
El origen profundo de la actual perplejidad moral, que a todos nos afecta de un modo u
otro, se halla en que no tenemos una imagen del hombre que esté a la altura de la dignidad
de la persona humana. Porque las mujeres y los hombres no somos fragmentos sofisticados
de materia, producto de una azarosa evolución biológica; como tampoco somos algo así
como esponjas sedientas de dinero, poder o placer.
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